La FIA muestra todas sus debilidades, Ben Sulayem ya mira hacia el futuro.
La Fórmula 1 se prepara para mudar de piel en 2026, pero el entusiasmo por la nueva era técnica choca cada vez más con dudas e inquietudes. Según algunas simulaciones, los nuevos coches podrían ser hasta cuatro segundos más lentos por vuelta que los actuales. Una cifra que contrasta fuertemente con las expectativas iniciales de la FIA, que había pronosticado un menor rendimiento pero equilibrado por una mayor eficiencia energética y sostenibilidad. ¿El principal problema? Los coches están luchando por alcanzar la carga aerodinámica asumida en el reglamento, y las estimaciones optimistas de la Federación están chocando con los datos reales recogidos en los túneles de viento de los equipos.
Esta posible desaceleración no es solo una cuestión de espectáculo o rendimiento, sino que crea un efecto dominó. Pirelli, por ejemplo, está tratando de diseñar neumáticos basados en datos que aún son inciertos y los coches actuales adaptados a las futuras regulaciones. Pero sin conocer con precisión el nivel de carga aerodinámica de los coches, es difícil optimizar el rendimiento de los neumáticos. Al mismo tiempo, los equipos no pueden finalizar el concepto de los nuevos coches sin conocer el agarre real de los neumáticos. Esto crea un círculo vicioso que pone de manifiesto las falencias de un proceso regulatorio que, quizás, se inició de forma demasiado precipitada y poco concreta.
Para complicar el panorama también están las nuevas unidades de potencia, que prometen un mayor aporte eléctrico ante la eliminación del sistema MGU-H. Un cambio que, sobre el papel, debería hacer que los motores sean más sostenibles. En la práctica, tal y como nos cuentan nuestros compañeros de FUnoAnalisiTecnica, los fabricantes se enfrentan a importantes retos técnicos, y muchos creen que esta nueva generación de motores supone un paso atrás en términos de eficiencia y costes. La FIA se encontró con las manos atadas: después de intentar cambiar el sistema regulatorio, tuvo que dar marcha atrás debido a la oposición de Mercedes y Audi. Una contradicción evidente, que pone en evidencia una gobernanza técnica poco sólida. No es casualidad que el propio presidente Mohammed Ben Sulayem ya haya admitido que las Unidades de Potencia de 2026 corren el riesgo de ser solo un breve paréntesis, que se superará lo antes posible.
En este complejo escenario, el mundo digital juega un papel cada vez más central. Ante la imposibilidad de probar los coches en la pista como en el pasado, los simuladores y las infraestructuras se han convertido en el foco del desarrollo técnico y estratégico. Los equipos trabajan en sinergia entre el circuito y la fábrica, procesando los datos recopilados en la pista en tiempo real para optimizar las configuraciones y estrategias. Pero incluso este patrimonio digital corre el riesgo de ser de poca utilidad si hay regulaciones detrás que no ofrecen fundamentos técnicos sólidos. Si la FIA realmente quiere llevar a la Fórmula 1 hacia un futuro sostenible y tecnológicamente avanzado, tendrá que empezar a corregir sus pasos.
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